Notamos
la mordedura del tiempo
en
los cabellos. Los tintes azules
amarillos
y rojos se colgaban
a
punto de soltarse de las puntas.
Crecían
blancas las cortas uñas negras,
los
adornos del piercing habían sido
útiles
en la pesca, en la palapa.
Preservábamos
algunos tatuajes
que
ya no contrastaban con las pieles
cada
vez más oscuras por el sol.
Éramos
extrañamente distintos.
Ahora
el cuerpo original ganaba
y
adquiríamos todos la igualdad
en
un gesto común inevitable.