-No me ha movido el morbo de tus quimeras para estar
aquí, ni el terrible espectáculo de Hades, ni sus criaturas. He venido para
admirar el último escalofrío. -Le digo al tenebroso. La profecía escapa de mi
boca mientras el grito débil de un piano me acompaña.[1]
[1] Algunas corrientes psiquiátricas poderosas promovieron,
ya desde antes, estas tendencias para silenciar a los locos, especialmente en
ámbitos institucionales. Como ya hemos visto, a partir de la revolución
científica la opinión prevaleciente postuló un modelo de ser humano en el que
éste era esencialmente una máquina y, por ende, las expresiones y quejas de los
trastornados se reducían a meras manifestaciones secundarias, rechinidos y
crujidos de una máquina defectuosa: algo no funcionaba bien pero esos ruidos
carecían de significado. Después de todo ¿acaso no prescribían los métodos de
las ciencias experimentales observación y objetividad en vez de interacción e
interpretación?
Breve
historia de la locura, Roy Porter