viernes, 13 de mayo de 2016

Poema sin título de Andrés Paniagua



Nuestro patio nunca está vacío
un deforme grupo de chinches se agolpa
unas contra otras cerca de mi cactus favorito.
Como todas las mañanas corro a verlas: son negras y sus
vientres ajados se despliegan como puente entre el día y
mi pie desnudo.

Eventualmente los gritos de mi madre
me colocan los zapatos: mientras corro mis dedos
acarician la viscosa sensación del apuro.