lunes, 21 de noviembre de 2016

Higo de Andrea Alzati




visité la higuera del jardín de mi abuela y tomé
un higo
cuando lo separé de la rama que
lo sostenía
el tallo escupió una gota de leche blanca
que no era leche excepto para mi
que no conozco mucho de higos

llevé el higo como quien lleva un pájaro huérfano entre las manos

me identifico con los pájaros más que con las rocas
no porque puedan volar sino por cómo brincan en las banquetas con sigilo
por la forma en que recogen las migajas del suelo con el pico

mamá y papá no son pájaros
mamá y papá son rocas que se erosionan
con las manos del uno con las manos del otro
cuando mamá y papá se tocan se hacen blandos
aunque no sean rocas y sus manos no sean agua
sino manos humanas

tomé el higo en mis manos como el pájaro que no soy
pero con el que me identifico plenamente
no por poder volar
sino por cantar a pesar de vivir en una ciudad que
podría llamarse Cementerio

puse el higo en un plato blanco de cerámica junto a la ventana durante tres días

cuando amanecía abría las persianas
y el higo se iluminaba con el sol
y todo el día podría haberse sostenido en ese hecho

lo tomé con las manos, lo toqué
lo puse sobre mis piernas
busqué el mejor ángulo para tomarle fotografías
lo hice rodar sobre mi panza

antes de comerlo