jueves, 9 de junio de 2016

Refrigerador de Ángel Díaz



I

Guardé mi corazón
en el lugar donde se enfrían las cervezas,
pero al final
todo sangra,
se quiebra
o es perecedero.

No podemos congelar un sentimiento
porque fluye,
está vivo.

Aún en condiciones perfectas
la sangre se coagula
el acero se oxida
la madera se bruñe.

II

Te dejé un letrero en la repisa:

“Por favor no abras la puerta del refri”

Ahora un líquido amargo se derrama
y moscas y cucarachas
cenan lo que queda de nosotros.

Nada salva las ganas de tirar
algo que lleva tiempo pudriéndose
y (ya) huele a muerto.