de
todas las muchachas. Las quería
corriendo
tras el canto de los grillos,
excitadas
y trémulas, perdidas
en
la luz del rayo verde que rocía
mis
mejores ensueños. Ya pasaron
y
me dieron sus ojos para verlas
todos
los días y todas las noches
desde
la casa azul de mi deseo.
Aquí
no duermo más. Siempre despierto
las
oigo ir y venir como a la lluvia
en
las selvas del trópico. Muy lejos,
el
pito del tren me vuelve a mis faenas.
Sin
embargo las amo, bellas todas,
y
no pienso dejarlas, vivo o muerto,
irse
sin mí, llevando el pensamiento
de
respirar el aire que las viste.
Corran,
ríanse, canten, busquen grillos.
Con
sus ojos las veo. Con mis ojos
las
veré irse, como a la primavera,
cuando
vuelve al infierno. Tropezando
con
topos, con hormigas, con mis huesos,
algún
día vendrán, aquí, conmigo,
a
descifrar la música y los sueños
del
agua que corre bajo la tierra.Twittear