miércoles, 1 de junio de 2016

Beethoven de Ernesto Aguirre


Su silencio
durante la siesta del séptimo día
no fue descanso.
Todavía el universo no era responsable
 de si mismo.
Nadie lo escuchaba con atención suficiente.
En la siesta de aquel séptimo día, Dios
soñó con la angustia de lo imposible.
Al despertar
su conciencia ya cargaba el cuerpo de un suicida.
Había creado el fracaso.
Tan sólo fue un mal sueño, se disculpó
ante esa quietud
que no podía escucharlo
por el escándalo con que la muerte festejaba
la presencia de su primer voluntario.
No fue en el séptimo día que descansó.
se esforzó hasta la novena sinfonía
para hacerlo.
Cuando, al fin,
el universo se había completado.