lunes, 25 de abril de 2016

Mercado negro de Sergio Ernesto Ríos



Tampoco dijo bienvenido a la inseminación provenzal

Cavagnari


Mi novia murió en la irrigación nutrida de los tábanos cierto día de febrero.
Mi prometida sepultó sus pulsos sobre una bandeja de luces focales.
Mi enamorada en el ajuar de opalinas.
Tridente para la lírica a dos.
Cabeza que poseía una conciencia de crisis.
Deshoras en ciudades.
Ecuménica luz de los perecederos.
Circulizada en la turbina indefinidamente.
Tuve malas palabras para infiltrar adentro de su nuca.
Tuve corceles nupciales enchufados al paso de un águila quieta.
Pero nada le sirve de corona celeste.
De agua estancada.
De recaer las caudas.
De persuasión contra el semicírculo de las mañanas.
No existe.