Nadie
te lo dice,
pero
hay cadáveres
bebiendo
tu cerveza en el bar,
ocupando
la mitad de tu cama,
festejando
en el balcón de tu gobierno,
diciéndote
en línea cómo ser feliz.
Se
disfrazan con escotes falsos
y
camisas inútilmente caras,
se
perfuman la podredumbre,
reforman
sus cuerpos descompuestos
con
modernas cirugías
y
repiten frases impersonales, preciosas,
falsamente
inocuas:
“tenés
que pensar en el futuro”.
No
va a quedar nada
si
todo sigue igual.
La
última oportunidad es
arrancarlo
todo,
mirar
detrás del velo,
oler
con sutileza,
desear
con voracidad,
oír
con intuición,
formar
una jauría
con
los pocos seres vivos
que
todavía respiran.