miércoles, 17 de febrero de 2016

La plaga de Fernando Escobar Páez





Sólo hay un heroísmo entre las rocas, y es el odio
es el odio lo único que me une a ti
mi amor ha muerto y un gato
espía su muerte, espía su nada.

Leopoldo María Panero

Si viviéramos en un país decente —como Bangladesh o Nigeria—, lanzaría ácido en tu rostro y luego te vestiría con piedras. Pero como Aquí existe un concepto llamado «violencia de género», tendré que conformarme con clausurar tus agujeros mediante el uso de parásitos.

Encontré una chica de bellas pústulas en la boca, la cual —para mi dicha— también es dueña de una manada de ladillas. Cariñosamente me cedió los ejemplares más virulentos de su ejército púbico.

Cada ladilla fue nombrada por las noches que pasamos juntos. Así, la más melancólica se llama miércoles afuera de un bar sin ti. La más coqueta es la Zhumir en tu boca. La más fría lleva Tu Nombre.

No he vuelto a fornicar con nadie, pues te pertenecen y las engordo para regalártelas envueltas en mi sexo muerto. Llegarán A Ti, aunque jamás vuelva a tocarte, aunque tenga que follarme a todos tus novios, Llegarán A Ti.

Sé que tu vagina es un canal ártico donde ningún parásito puede sobrevivir. Solo Yo —animal aclimatado a lo boreal que te habita— puedo alimentarme del hielo. Solo Yo, poseedor del prestigio que una enfermedad venérea suave otorga.


Pero primero debo sangrarte. Nada te salvará de la plaga que tengo entre las piernas.