Cerré la puerta. Bajé las escaleras. Tropecé con el
sereno
y se rompió el silencio. Le supliqué con un gesto que no
lo dijera
y lo dijo: "Hoy no vienen, señorita; no les toca
". Y aún no habia
vuelto yo la esquina oí como le iba con el cuento al
guarda de la
taberna: "Está loca esa chica. Cada día, a las doce,
baja para abrir la puerta a los muertos". Tuve que
retener
a tío Jacobo que quería retarle a un duelo. Tío Jacobo
murió
antes del 36 y no estaba acostumbrado a la mala educación
de los
serenos para con las señoritas.